No se puede decir que Piedrabuena no se está volcando con Mónico Sánchez, si no el más ilustre de los piedrabueneros- por eso de la vanidad- sí uno de ellos. José Luis Cabezas, el alcalde del pueblo natal del ingeniero libre que metió el rayo en una maleta para verle los huesos a los enfermos a domicilio, ha dado buenas muestras de ello. De ahí su emoción al final de la velada.
Quizá don Mónico no tuvo ese reconocimiento en vida pese a la deslumbrante idea de materializar una fábrica de aparatos radioeléctricos de utilidad médica en Piedrabuena, pero la Historia es implacable y andando el tiempo coloca a cada quien en su lugar. Siempre resultó extraño ese olvido, hoy desvanecido, que tuvo el muchacho que se vistió de hombre orquesta pero hoy fijado en página indeleble en la historia local de Piedrabuena y en la nacional de la ciencia como atestigua su presencia estable en el Museo de Ciencias de A Coruña-Alcobendas.
Quizá don Mónico no tuvo ese reconocimiento en vida pese a la deslumbrante idea de materializar una fábrica de aparatos radioeléctricos de utilidad médica en Piedrabuena, pero la Historia es implacable y andando el tiempo coloca a cada quien en su lugar. Siempre resultó extraño ese olvido, hoy desvanecido, que tuvo el muchacho que se vistió de hombre orquesta pero hoy fijado en página indeleble en la historia local de Piedrabuena y en la nacional de la ciencia como atestigua su presencia estable en el Museo de Ciencias de A Coruña-Alcobendas.
Y eso fue lo que hizo la troupe de Tarambana, con un teatro moderno, minimalista, de movimiento, de caracterización precisa, con imaginativa utilización de luces, paneles y espacios y el material audiovisual con la teatralización del transcurso del tiempo a través de las edades del protagonista. Ocho década, en fin, de vida intrépida, luchadora, emprendedora en una hora de teatro, de la magia del teatro, la taumaturgia del teatro. Entre los asistentes, además del alcalde, una de las nietas de don Mónico, María José Estébanez, el experto en Mónico Sánchez, Juan Pablo Rozas y Paco Millás, un hermano del escritor Juan José Millás, fervoroso admirador del inventor
Ya le hubiera gustado a don Mónico estar sentado sin ser percibido en alguna butaca del auditorio para ver lo que dieron de sí los años que tuvo la suerte de vivir, pese a los infortunios, tal y como hacía cuando convirtió parte de su fábrica en un cine, un maravilloso canto de cisne, y él veía en la pantalla el inabarcable Nueva York, cuyas calles pisó en dos ocasiones: una de emigrante, y nuevamente como un caballero, superada la infamia a la que le sometieron anarquistas y fascistas.
Una iniciativa estupenda, cultural hasta la raíz, que se volverá a representar en septiembre cuando las fiestas piedrabueneras en honor del Cristo de la Antigua, y que bien merece volver a encarnarse en otros escenarios.
Piedrabuena se ha reencontrado definitivamente con un hombre que de no mediar una maldita guerra fratricida quizá hubiera convertido el pueblo en un centro tecnológico-médico de vanguardia. Pero la Historia no se escribe con los qué hubiera ocurrido si… Y lo que ha ocurrido es que pronto don Mónico tendrá su propio museo en el pueblo que lo vio nacer, gracias a la gestión del Ayuntamiento, que, justo es reconocerlo, se ha esmerado -lo viene haciendo desde años-para que la memoria de don Mónico, y sobre todo, su ejemplo de rabioso emprendedor constituya un acicate para los jóvenes y una oportunidad de ocio para los visitantes que aprovechen una buen baño en La Yedra para darse una vuelta para el Museo y de paso, disfrutar de la gastronomía nuestra que como la Scarlet Johansson, está muy buena. Si me permiten la licencia.
Noticia publicada en Miciudadreal.es